Transparencia, la regla de oro

enero 7, 2019

Corrían los primeros años del siglo XXI (tiempos del ex presidente Fox Quesada) cuando se aprobó la primer Ley de Transparencia a nivel federal en nuestro país, lo cual, en teoría traería consigo grandes cambios y avances en el combate a la histórica opacidad gubernamental.

Sin embargo, a pesar de leyes secundarias en la materia, a pesar de ser un tema recurrente en campañas políticas, a pesar de estar sistemáticamente en las agendas gubernamentales de los diversos niveles de gobierno, y a pesar incluso de estar en los últimos años en la agenda de la sociedad civil organizada con el impulso a iniciativas como la “3 de3” etcétera, me atrevo a decir, que si bien no todo ha quedado en el aire, ninguno de los anteriores esfuerzos (o simulaciones) ha logrado estar cerca de cristalizar lo que para mí es el verdadero espíritu ciudadano en materia de transparencia: 1) poner en conocimiento del pueblo el patrimonio -y lo que rodea a éste-, de los servidores públicos, así como sus gananciales líquidos provenientes de adentro como de afuera del gobierno (si es que fuera el caso); y 2) poner a disposición de la gente, bajo un mecanismo digital de fácil acceso, absolutamente todo lo relacionado con el ejercicio del gasto público en todas las dependencias del gobierno, sea este municipal, estatal o federal.

A esos dos incisos es a lo que yo le he denominado: transparencia interna y transparencia externa. Lo que a su vez he traducido ante diversos medios de comunicación con una pregunta a modo de ironía: ¿Cómo esperar gobiernos transparentes si quienes los encabezan no lo son? Es decir, bajo mi óptica es imposible que haya transparencia externa si antes no hay transparencia interna.

Sentado lo anterior, estimados amigos, les comparto un dato alentador, otro desalentador y un exhorto. Me voy por orden.

Resulta, de verdad se los digo, muy alentador para el futuro del rubro transparencia, que el presidente de la república haya dicho hace dos días: “La regla de oro de la democracia de nuestro tiempo es la transparencia”, y que congruente con ello haya presentado su declaración patrimonial (y la de su esposa) en rueda de prensa: de cara a todos los mexicanos, cosa que por sí sola es digna de reconocer; pero además, en el mismo acto tuvo a bien advertir a todo su gabinete y equipo que realizaran lo mismo sentenciando que de no hacerlo así no tendrían cabida en su gobierno.

El dato desalentador es que hoy, que finalmente un presidente comienza a predicar con el ejemplo en la materia, ni organismos respetables de la sociedad civil que han ejercido liderazgo a través de los años por su exigencia en el tema (como la COPARMEX), ni sus dirigentes, se han pronunciado en relación a dicho acto de declaración patrimonial del presidente López Obrador. Omisión que, de continuar así, consumaría una gran incongruencia.

Por último, y de la mano, aprovecho este espacio de opinión para hacer un atento y respetuoso exhorto:

A todos los integrantes del H. Ayuntamiento del municipio de Victoria, Tamaulipas (presidente, síndicos y regidores), así como a los integrantes del Gabinete de la administración pública municipal del mismo municipio (alcalde, secretario del Ayuntamiento, tesorero, contralora y directores) a hacer pública su declaración patrimonial, fiscal y de intereses antes de que concluya el mes de enero, en la inteligencia de que, aunque suene reiterativo, la declaración se haga: pública, es decir, sin que baste presentarla simplemente ante la Contraloría.

Cierro diciéndoles, que el 10 de diciembre de 2017 escribí un texto que titulé: “¿No a la 3de3? Dedíquense a otra cosa”; y, sigo pensando lo mismo…