Inmortal cuentista.

septiembre 4, 2020

José Guadalupe Rocha Esparza

Los cuentos de Hans Christian Andersen son la descripción poética de los pequeños detalles de la vida diaria. Un muchachito pobre, hijo de la viuda de un zapatero, nariz cómica y ojos tristes, se ganó el amor y la honra del mundo. Con penetrante ironía danesa, relató la historia de su propia vida, con todas las penas y sufrimientos que padeció de niño en “El Patito Feo”.

En “Las zapatillas rojas” y “La pequeña vendedora de fósforos” radica gran parte de su magia y genialidad, en cuyos relatos encontramos siempre la realidad, la vida misma. “El viejo farol” y “Lo que vio la Luna” mantenía quietos y silenciosos a los pequeños, quienes embelesados escuchaban sus cuentos, con la sensación de ver marchar a los soldaditos de plomo.

Son costumbre sus cuentos relatados junto al árbol de Navidad, tanto como reír con “El traje nuevo del emperador”, que los cortesanos ponderaron la tela inexistente como anillo al dedo al monarca, hasta que un inocente niño se atrevió a gritar: “¡Mamá, el Rey va desnudo!”. Un cuento muy oportuno cada vez que la simulación pretende imponer un nuevo culto político.