AMLO da a la prensa una sopa de su propio chocolate.

octubre 16, 2020

El Presidente de la República Andrés Manuel López Obrador convirtió su conferencia mañanera de ayer, en un observatorio público donde se ventilaron los contenidos de las columnas de ocho periódicos, concluyendo que ningún otro titular del poder ejecutivo federal, de Madero a la fecha, ha sido tan atacado como él.

Hizo además, un enérgico desmentido contra aquellos que han propagado que se ejerce una persecución contra la prensa, represalias, castigos. López Obrador hizo un comparativo en un pizarrón, para identificar a los medios que más lo descalifican.

Citándolos por sus nombres completos y los medios en los que publican, el Presidente de la República enlistó a los columnistas más caracterizados de la prensa metropolitana, y la orientación de sus textos.

Una analista de redes sociales publicó los resultados de una revisión que hizo, de los espacios que los mas importantes medios de la Ciudad de México dedican al desempeño del titular del poder ejecutivo federal.

López Obrador repasó esos resultados y le dio pie para enjuiciar por su parte, a los periódicos, como para hacerlos sentir lo que los políticos sienten cuando los someten a severos juicios.

En una versión inicial en su edición digital, el periódico La Jornada lo dibuja así:

Reiteró que nunca se había atacado tanto a un presidente, desde el tiempo de Francisco I. Madero. Afirmó que en su gobierno “no ha habido censura, ninguna represalia en contra de nadie. No se ha perseguido a nadie de los medios de información”, como pasó anteriormente, “lo que hicieron con Gutiérrez Vivo, con Carmen Aristegui y con muchos otros. Por convicción, nosotros jamás limitaríamos la libertad de expresión, ninguna de las libertades».
Aseguró: “los que callaban como momias ante el saqueo, ante las atrocidades cometidas por los gobiernos anteriores ahora gritan como pregoneros y ejercen a sus anchas la libertad”.

López Obrador informó que la responsable de manejar sus redes sociales hizo el análisis, el cual subió a Facebook y Twitter “para que cualquiera pueda verificarlo.

“Ojalá más adelante, con esta metodología se pueda hacer lo mismo, no para limitar la libertad sino para actuar con profesionalismo, con objetividad y no mentir”.

En el ejercicio se consideró columna, autor, título, tema, menciones positivas, neutrales y negativas a la cuarta transformación.

El Financiero: una positiva, tres neutrales y nueve negativas.

El Universal: cero positiva, dos neutrales y 10 negativas.

El Economista: una positiva, una neutral y siete negativas.

La Jornada: 5 positivas, “ahí nos tratan bien”; tres neutrales y cero negativas.

Excélsior: dos positivas, cinco neutrales y 11 negativas.

El Heraldo: una positiva, cinco neutrales y 7 negativas.

Milenio: una positiva, dos neutrales y 12 negativas.

Reforma: cero positiva, cero neutrales, “ahí no hay medias tintas, afirmó” y siete negativas.

Ayer se revisaron en total 148 textos; de esos, 95 que abordaron temas de la cuarta transformación, “somos clientes predilectos”: menciones positivas, 11; neutrales, 21; negativas, 63.

En porcentajes: positivas, 10.6 por ciento; neutrales, 23.1 por ciento; negativas, 66.3 por ciento.

“De todos los articulistas sólo 10 por ciento son mujeres. Esto nada más es para mostrar otra contradicción, de cómo se envuelven en la bandera del feminismo y en sus diarios no tienen participación las mujeres”, sostuvo.

En efecto, los historiadores están de acuerdo en que don Francisco I. Madero cometió dos errores al asumir el poder tras su triunfo sobre Porfirio Díaz, pues se había propuesto apoyarse en la ley para moderar los excesos de la prensa, y no lo hizo, y mantuvo cerca al Chacal Victoriano Huerta.
Estamos hablando de una prensa ejercida por revolucionarios, es decir, militares que se apoyaban en los periódicos para denostar a los que estaban en el poder, para buscar debilitarlos y sustituirlos.
Por eso Madero era blanco de ataques despiadados en todo tipo de publicaciones, él y su familia, hasta que lo acorralaron e hicieron caer, víctima de un golpe de estado y su posterior ejecución en la vía pública, junto con el vice-Presidente Pino Suárez.
En los tiempos modernos, los Presidentes han tenido diferentes formas de defenderse de la prensa, especialmente los que eran impopulares, como fue el caso de Gustavo Díaz Ordaz con motivo de la matanza de Tlatelolco.
José López Portillo fue un intelectual de altos vuelos, autor de libros, que no pudo sin embargo, establecer una buena relación con los periodistas.
Era primo de Julio Scherer García, director y fundador de la revista Proceso tras de que el anterior Presidente, Luis Echeverría Alvarez auspició la expulsión del grupo que manejaba la cooperativa del periódico Excélsior.
“No pago para que me peguen”, respondió escuetamente por su parte, López Portillo, para justificar su decisión de cancelar la publicidad gubernamental en la revista de Scherer.
Hubo un tiempo en que la prensa mexicana estaba domesticada de manera uniforme, simultánea, sin excepciones, mediante un sencillo mecanismo: el papel donde se imprimían los periódicos era importado, y el gobierno tenía el monopolio de su distribución.
A través de PIPSA, el gobierno surtía a los editores de papel periódico, pero además, fiado, es decir, sin cobrar su costo pues sólo iban acumulando las facturas progresivas, absorbiendo el gobierno la pérdida.
Cuando algún editor se ponía pesado, crítico, rebelde, simplemente le presentaban la deuda acumulada para su pago inmediato, y lo volvían a ser dúctil, complaciente, obediente, sumiso.
Tenía el gobierno de entonces otro mecanismo para doblegar a los periodistas insubordinados, que consistía en que los beneficiaba con la omisión en el pago de las cuotas patronales al IMSS.
Pero son cosas del pasado. Con la alternancia de partidos políticos en el poder federal, la relación prensa-gobierno ha tenido alti-bajos pero en lo general, ha habido un trato respetuoso, aunque diferente.
Con MORENA en el Palacio Nacional, los periodistas y los dueños de medios no han tenido, en dos años, motivo de queja. Se respeta la libertad de expresión, no como una concesión, gracia o beneficio que otorga el gobierno, sino como una garantía constitucional que se cumple y se ejerce.