El Atrio Parroquial, donde converge la belleza arquitectónica con la religiosidad, es el espacio más icónico de San Miguel el Alto, Jalisco, la ciudad rosada. Quien la mira con ojos primerizos suele quedarse sin palabras, perderse en la multiplicación de San Miguel Arcángel por todas las fachadas, garigoleadas columnas, portales, arcos, todo en cantera rosa.
Ver serpentear el Río San Miguel; cruzar sus diez puentes; recorrer la cuadrícula de las cincuenta calles principales; degustar exquisitas viandas en Calli, Gallardo’s, Mesón de los Cristeros, Onions, SanMi, Sucre, Xibal Ba o alipús en la Esquina del 14; saludar a la gente sencilla, de buena fe y escucharle decir “buenos días le de Dios”; lugar de remesas y ausencias.
Todo ello es mi nueva cotidianeidad como huésped del Hotel San Miguel, viviendo la experiencia presente de manera plena ante distintos escenarios y disfrutarla a nuestros casi trece lustros de existencia. Sentir la ausencia de los seres queridos en algunos momentos del día quedan superados cuando brindamos pequeños actos de amor a mis sanmiguelenses amigos.
