Noviembre 30. CXXII aniversario luctuoso de Oscar Wilde, gran poeta irlandés, ensayista epigramático, célebre novelista de aguzado ingenio punzante y uno de los dramaturgos más destacados del Londres victoriano tardío, dedicado a fustigar las hipocresías de sus contemporáneos en todas las obras como la irónica “Salomé” y “La importancia de llamarse Ernesto”.
Dichosos los actores, decía quien murió pobre y solo a los 44 años, porque pueden optar por salir en una tragedia o en una comedia, por sufrir o regocijarse, por reír o derramar lágrimas. Pero en la vida real es muy diferente. Hombres y mujeres se ven obligados a representar papeles que no les van. El mundo es un escenario, pero la obra ha sido mal repartida.
Afirma que lo peor en el mundo es que no hablen de uno; que una idea que no sea peligrosa es indigna de ser llamada idea; que las personalidades, y no los principios, son los que mueven una época; que al hombre se le agita o mueve más hondamente por sus emociones que por su inteligencia; que todo hombre que predica moral es, por regla general, un mojigato impostor.
