Jorge Gaviño Ambriz, presidente de la Mesa de Decanos, durante la ceremonia de instalación de la II Legislatura del Congreso de la Ciudad de México

septiembre 1, 2021

Discurso del diputado electo, Jorge Gaviño Ambriz, presidente de la Mesa de Decanos, durante la ceremonia de instalación de la II Legislatura del Congreso de la Ciudad de México

Este Órgano plural que conformamos hoy, es producto de un mandato que el pueblo también plural, nos dio en las urnas.

Tenemos la obligación de cumplir, a los que votaron por ustedes y a los que votaron por nosotros, a los que no votaron por ustedes y a los que no votaron por nosotros.

Cuando se hace gobierno siempre hay un peligro de polarización política. Toda crisis en el mundo se ha reflejado en polarización; toda polarización en el orbe se traduce en crisis.

La concepción de un mundo Maniqueo: bueno y malo, blanco y negro, se ha exacerbado en nuestro país y en nuestra Ciudad. Se ha encrispado la vida política, se confrontan ideologías, y ciudadanos. se centraliza la discusión y se utilizan distractores que debilitan y desgastan instituciones fundamentales.

Se pretenden centralizar las voces, desalentar las diferencias y organizar linchamientos digitales que erosionan la libertad de expresión.

Los tres poderes en la ciudad tenemos que fortalecer el andamiaje de la concertación política.

Lo que vivimos hace un par de días, donde policías disfrazados de granaderos, cercaron el sordo y mudo Congreso, donde alcaldes y alcaldesas electos se manifestaron acompañados de sus huestes, donde se rompió el respeto, fue sumamente riesgoso para la democracia…

Si la polarización política aumenta, si se incrementa la confrontación entre los mexicanos; si crece la rivalidad entre los que piensan distinto; si el timón del país sigue amarrado a pesar de los arrecifes que no solo se avizoran si no que ya han pegado en el casco del barco; si se desperdicia la oportunidad histórica, en lugar de lograr un cambio sin ruptura, lo que se conseguirá es una ruptura sin cambio.

El Congreso no es la arena de la lucha por el poder político, es su resultado, es el espacio en el que la correlación de fuerzas deviene de la voluntad popular, es el espacio de la representación del pueblo y de las aspiraciones de la sociedad capitalina.

El Poder Legislativo no es un contrapoder al ejecutivo, es la Institución Republicana que debe ejercer el control de los políticos para el buen gobierno. Si ejercemos con responsabilidad nuestro papel, el gobierno de la Ciudad tendrá mejores condiciones para desempeñarse mejor.

Si el Congreso cumple con su deber, el ejecutivo hará un buen gobierno, si hay mejores normas, mejor supervisión, el ejecutor por ende será mejor evaluado.

Para la Jefa de Gobierno y su equipo, ni obstáculos desde el Congreso, ni alfombras rojas. Ni ataques sin sentido, ni callar y obedecer. Lealtad institucional y no subordinación ciega y personal. La tarea es dignificar la política, construir una mejor ciudad con un mejor gobierno.

Como legisladores, además de asumir un encargo de representación popular, también recibimos la tarea de pensar la ciudad. Hacerla cada vez más inclusiva y justa.

En este sentido, la tarea de pensar la ciudad es una tarea política, no metafísica, no filosófica…

Como representantes populares debemos asumir como propios los riesgos y molestias de la gente.

En ocasiones tenemos que cuestionar pactos ya sellados, cambiar reglas, modificar leyes, innovar soluciones, alterar, romper, reorganizar, revolucionar…

En esta línea, el mandato político debe estar orientado al diálogo, al habla, a la discusión. Sólo así podremos atender plenamente las circunstancias actuales de nuestra sociedad.

Platón escribió que: “No se puede padecer mayor mal político que el de odiar los razonamientos”.

En democracia es legitimo rebatir y debatir, disentir, plantear propuestas y contrapropuestas, argumentar y contra argumentar, lo que no es legítimo es faltar a la verdad a nombre de la democracia, a nombre del pueblo, a nombre de una mayoría pobre que crece.

Un Estado que odia los razonamientos se convierte en dogmático. Sólo puede dar lugar al pensamiento único. Esto resulta sumamente peligroso para una democracia porque un Poder dogmático justifica cualquier sacrificio en pos de su propia supervivencia: se vuelve intolerante a la crítica y a la pluralidad.

Por eso, desde la antigüedad, hay quienes nos han advertido, que no hay aspiración más alta para un tirano que lograr que los ciudadanos piensen poco.

El pensamiento único apaga las mentes, vive del aplauso: utiliza las manos, el ruido.

Sólo la democracia hace posible que exista esta diversidad de ideas que, finalmente, es lo que constituye nuestra libertad. Es un imperativo político oponernos a lo intolerante si no queremos perder la democracia.

Hago votos porque, a través de la discusión, el diálogo y el debate, logremos constituir un Poder Legislativo sano, íntegro y legítimo para la Ciudad de México.

Hago votos porque el poder legislativo deje de escribir letras muertas y que empiece a vivir…

Hay quienes le tienen miedo a la oscuridad, porque no saben que pueden encontrar en la penumbra, es mejor encender una vela que seguir temiendole a la noche. ¡Luz para nuestros legisladores, larga vida para nuestras diputadas y diputados de la Ciudad de México!

¡Muchas gracias!