Libertad de pensamiento

agosto 15, 2021

Son ilusos aquellos que creen que en pleno 2021 puede meterse a alguien con libertad de pensamiento en un aro sin salida.

“He aprendido a no intentar convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto, es un intento de colonización del otro”, decía José Saramago.

La realidad es que en Política y en Derecho casi siempre se argumenta con el ánimo de persuadir (que, ojo, persuadir es tratar de influir mas no necesariamente en algo o para algo negativo, como a veces se cree) a personas, colectivos, jueces, magistrados o ministros sobre el lado “correcto” en el que deben estar, vaya, intentar convencer de que una vez que razonen, crea quien escucha que lo que sostiene el que postula es real -porque así cree éste que lo es-. 

Desde mi enfoque dicha  persuasión es válida, siempre y cuando haya: 1) buena fe, 2) no se crea el argumentador dueño de la verdad absoluta y 3) exista humildad al intentarla. Desde mi tesis si una de estas tres características no se colma, se actualiza la falta de respeto a la que se refiere Saramago. 

Soy un fiel creyente de que ni en Política ni en Derecho hay verdades absolutas, asumo cada vez somos más los convencidos de ello, pero: ¿Por qué entonces encontramos aún políticos que pretenden convencer a otros de seguirlos en todas y cada una de sus lógicas, pasos, jugadas, ideologías, discursos y agenda si, el ciudadano receptor ejerce con autonomía su libertad de pensamiento? 

¿Por qué entonces un abogado que posee una calidad argumentativa sólida y una preparación vasta, pretende convencer a otro abogado que con parecido atributo argumentativo y un nivel académico similar sobre el mismo asunto piensa diametralmente distinto? ¿No estarán de acuerdo en algunas cosas, y de ahí partir para construir una mejor verdad? 

Y es que, estimado lector, considero que insistir en convencer al otro de que está mal bajo la premisa de uno está bien, es precisamente lo que tiene polarizado al país. Nada más humillante para a quien intentas seducir, que imponerle tú verdad. Por eso predominan hoy los “blancos y negros”.

Hoy el debate público político se circunscribe en una capa muy superficial donde no se llega mas que a “forcejeos de café”: a ver quién impone su verdad alzando la voz más alto, o en el peor de los casos quien resultó ser más terco.

Estimo que hay que reflexionar al interior de cada quien, si somos respetuosos o no con los demás a la hora de pretender transmitir una idea, máxime si quién recibirá tal idea tiene años utilizando a cabalidad su derecho al libre pensamiento.

¿Por qué es la crisis de los actores políticos tradicionales? ¿Por qué la crisis de los partidos? ¿Por qué es tan difícil creer en algo o alguien? ¿Por qué creemos que si el juez no nos dio la razón se corrompió? 

Porque hay quienes creen que han colonizado a otros cuando no se han colonizado ni así mismos, sin embargo sus formas y actitud han llegado a influir en que la mayoría esté a la defensiva, y esa defensiva haga dejar de creer (en el tema que se trate).

Reina en la mayoría de ellos la falta de congruencia y autocrítica: ellos tienen la razón, ¿por qué? Porque sí. Así son. Plenamente dogmáticos, dejando de lado que a cuatro meses de que arranque 2022 las cosas no son como antes: hoy cada vez más personas hacen uso de su libertad de pensamiento, y acción.

Entiendo, estimado lector, si llegó hasta aquí y entendió poco o nada, pero tuve la desfachatez de abordar hoy así la del abogado amigo, como una reflexión dominical para aquellos quienes como dijo Saramago faltan al respeto pretendiendo colonizar a los demás y, también para que a aquellos que insatisfechos por el sentimiento de sentirse invadidos, estas líneas les ayuden a encontrar respuestas, al ejercer su libertad de pensamiento. 

La dignidad se valora, o no. “Únicamente los peces muertos nadan con la corriente”. Proverbio Chino.