12 de Septiembre de 2018.-La reunión entre Pedro Sánchez, Luis Rubiales y Gianni Infantino en Moncloa ha dejado la noticia de una candidatura española al Mundial 2030. Algo que bien podría ser positivo para el fútbol español pero que tras valorar todos los aspectos no sería tan bueno.
Vaya por delante que soy el primero al que le gustaría que España acogiera un Mundial. Sin embargo, en el momento que vive el país y vistos los precedentes de proyectos españoles a grandes eventos (Juegos Olímpicos y una Copa del Mundo) en los últimos años, una candidatura a un Mundial no es una buena idea.
Gran parte de la culpa de que no mire con buenos ojos el proyecto para la Copa del Mundo la tiene la clase política que ocupa el Parlamento. Una clase política que prefiere vivir en la confrontación y cuya formación y preparación queda cada día más en entredicho. Como muestra, pienso en cuando Ana Botella defendió la candidatura olímpica de Madrid y me llevan los demonios.
Si España consigue el Mundial, no cabe duda que alcaldes, concejales y presidentes autonómicos de todos los colores harán presión para que su ciudad acoja partidos del torneo a cualquier precio. Esto no tendría que ser malo, pero como estamos en el país del “culo veo, culo quiero” habrá una carrera por ver quién hace el estadio más grande, más bonito… a costa del contribuyente.
Y claro, luego está el ver qué se hace con esos estadios. Algo que en España tiene el riesgo de que los recintos pasen a ser elefantes blancos una vez que acabe el torneo. ¿Es necesario remodelar o levantar estadios de 40.000 espectadores que sólo van a tener uso completo un mes o de manera esporádica?
Capítulo aparte merece la organización del fútbol español. Episodios como el del césped de Valladolid, la chapuza del Estadio de Vallecas, la idea de llevar partidos de Liga a Estados Unidos con la oposición de jugadores, aficionados y demás colectivos… Más nos valdría cuidar bien nuestro producto primero y pensar después en hacer grandes eventos.
Un Mundial podría transformar España como ocurrió hace 35 años. Sin embargo, soy pesimista y pienso que el legado de una candidatura mundialista acarrearía más cosas negativas que positivas. Por ello, no creo que haga falta optar a organizar la Copa del Mundo de 2030, y menos con una candidatura entre Uruguay y Argentina que lleva ya años de trabajo detrás.