La elección por la Legislatura tamaulipeca, se ha polarizado. La disputa es, entre el PAN y el MORENA. Los otros partidos, salvo excepciones de uno o dos distritos –sobre todo el PRI, que mantiene vivas micro esperanzas- no han logrado romper esa inercia que dejó la elección presidencial que ganó Andrés Manuel López Obrador.
¿Qué pasó con el PRI?
Ya se ha dicho: la casta de narco-gobernadores recientes, lo mancharon tanto que no ha logrado lavarse el rostro. Sus cuadros, no han dado el estirón para reemplazar a aquellos actores tiznados del hollín del monumental atraco. Sus arcas, están vacías y su discurso se escucha hueco y acedo. Y para emporar, sus simpatizantes se escurrieron a otras opciones; sobre todo: al PAN y al MORENA.
A pesar de ello, en Río Bravo, con Ricardo Caliche Rodríguez, ha sacado la casta. Sin duda, la mejor campaña en Tamaulipas de los 22 candidatos del tricolor. Los restantes 21, son fantasmas patéticos sin el menor ánimo y sin el menor talento.
¿Qué pasó con el PT?
Aspiró a llegar a una coalición con ventajas con el MORENA y no se pudo. Pretendía la candidaturas de 11 de los 22 distritos. Era mucho para lo que realmente representan sus 15 o 20 mil votos en todo el estado.
Hoy el partido propiedad de Beto Anaya, anda navegando con precariedades de todo tipo y con pocas expectativas. A lo mucho, puede aspirar a no perder su acreditación en Tamaulipas. Que eso y nada es lo mismo: con el registro nacional, puede registrar candidatos a nivel local y nacional.
Lo objetivamente doloroso para el PT, es que no alcanzando su acreditación se le cancela la posibilidad de recibir financiamiento público. Eso sí lastima.
¿Qué pasó con el PVEM?
Se extinguió. Luego de sus gananciosas alianzas con el entonces gobernador tamaulipeco Eugenio Hernández Flores no ha vuelto a levantar cabeza. Con candidatos de paja, no se le ve por ningún distrito. Acaso en Río Bravo, se este haciendo notar.
¿Y MC?
Anda en sueños. Tras abandonar la plaza su líder más potente –Gustavo Cárdenas Gutiérrez-, este partido se fue al despeñadero. Sus 22 candidatos no hacen presencia, no tienen liderazgo y lo peor: no tienen idea de lo que es la práctica política en los tiempos del pos-neoliberalismo.
La polarización no es conveniente para las minorías. Ello las transforma en aún más pequeñas fuerzas políticas. En una contienda de dos, se genera el voto útil; es decir, los simpatizantes de otros partidos se escurren por el candidato y partido que muestra mayores posibilidades de ganar.
Las oposiciones menores, deben inquietarse en una elección polarizada. Pierden mucho, por lo mucho que se escurre de sus venas a los torrentes de otras opciones.
A saber, la polarización tamaulipeca es entre partidos (PAN-MORENA). No entre candidatos. Es decir, falta que ese fenómeno sociopolítico, baje a la disputa cara a cara en las campañas; es decir: que se haga presente en la contienda entre candidatos.
Si la polarización no baja a territorio, el PAN será mayoría.
Si la dualidad partidista baja a terreno, MORENA ganará el Congreso.
Es esa, la gran incógnita para el primer domingo de junio en nuestro convulso Tamaulipas.
No otra.