Es gratísimo tener cerca a personas capaces de alborozar el corazón en segundos, gente buena, campante, gozosa y jubilosa, con sanas intenciones, que tiene la capacidad de fomentar y enriquecer nuestra vida. Pero otras personas más inestables, celosas, paranoicas, inmaduras o neuróticas llamadas tóxicas que desestabilizan, alterando ánimo y carácter.
Las personas tóxicas vibran con negatividad, vampiros emocionales que quitan la paz, convirtiéndose en los espectadores de nuestra vida con derecho a opinar sobre lo que decimos o hacemos, finas manipuladoras, asfixiantes, entrometidas al extremo de acabar con sintomatología ansioso-depresiva, sentimientos de culpa y honda repercusión en la autoestima.
Recomendable no compartirle información personal, relativizar su actitud, distanciarse gradualmente o compadecerse de ellas mediante el perdón por esas miradas de desdén, comentarios sarcásticos o críticas incisivas que las hacen amargadas, ansiosas e infelices. Usemos el salvavidas psicológico para no hundirnos con ellas y procurar gente con vitamina pura.
