Próximo a sus 87 años, Mario Vargas Llosa ocupa el escaño 18 de la Academia Francesa, convirtiéndose en integrante de la tozuda tribu de efímeros inmortales, un miembro hispanoperuano de pleno derecho y vitalicio de la institución fundada en 1635 por el cardenal Richelieu, Nobel literato que no ha redactado línea alguna en lengua francesa.
En un día de fiesta, Francia, capital de la cultura occidental, honra de universalidad al novelista, quien aspiró secretamente ser un escritor francés a su llegada a París en 1959, mismo que declaró su amor a la patria literaria, Francia eterna, consagrándolo con toda la pompa y solemnidad como el más francés de los escritores en lengua castellana.
En su constelación de novelas, cuentos, dramas, comedias y ensayos, prevaleció el espíritu de Sartre, Camus, Malraux, Víctor Hugo, Rimbaud, Flaubert y otros, ahora inmortal escritor que, desde la particularidad peruana, ha iluminado temas permanentes de la condición humana. Afirmó que la novela salvará a la democracia o será sepultada con ella.