La necesidad de recuperar el espacio público y la toma de conciencia por la contaminación ha provocado un cambio de mentalidad urbana imparable en las metrópolis: moverse a pedales, el resurgir de la bicicleta ciudadana como un medio de transporte barato, ecológico; una alternativa de movilidad benéfica, cotidiana, noble, viable, deseable, confiable y saludable.
El ritmo de estos cambios varía según la voluntad política. Cada vez más ciudades son amigables para las dos ruedas por silenciosa, economiza tiempo, ocupa la octava parte del espacio de un auto dispendioso y oxigena los tejidos del núcleo urbano. El aumento del parque vehicular privado ha sido exorbitante, contaminante. Los pedaleantes no reniegan del tráfico.
Priorizar el velocípedo pacifica el tránsito, disminuye el ruido y hace la ciudad más humana con impacto en la economía. Desplazarse en bicicleta mejora la calidad de vida y contribuye significativamente a la salud pública. Usarla tiene carta de ciudadanía, con sus derechos y obligaciones, en convivencia ordenada y armónica. La bici es una opción válida de movilidad.