José Guadalupe Rocha Esparza
La mesura era obligada cuando nos costaba pagar el revelado e impresión de 12, 24 o 36 fotos. Ahora, fotos, fotos y más fotos en todos los eventos y reuniones para el recuerdo, saturando la memoria del celular, llena de fotografías irrelevantes, que obliga a borrarlas una a una, volver a juntar a todos y repetir la escena, con la molestia de volver a posar y fingir sonreír.
La fotomanía interrumpe la emoción de estar disfrutando de alegre tertulia, donde alguien nos conmina movernos para tomar una foto: ¡Vengan para acá! ¡Júntense! ¡Cerraste los ojos! ¡Ahora con mi teléfono! ¡Otra más por si no salió! ¡Una última! ¡Faltó Toñoñona! Esa manía hace que el momento agradable, natural, espontáneo y afectuoso se convierta en mal humor.
Antes de “subir” imágenes, los adictos al “feis”, no sólo revisan sus propias cámaras, sino las de los demás, para asegurarse de que todas las fotos indeseables sean borradas y conservar únicamente aquellas de ángulo, mirada o pose perfecta, atractiva o sugestiva, ignorando que la belleza o fealdad de una persona no depende de una fotografía. ¡Ahora una “selfi”!