El gobernador de Tamaulipas, Américo Villarreal Anaya, atraviesa uno de los momentos más delicados de su administración. Su apuesta por un gobierno de corte humanista, en un estado históricamente complejo, parece estarle cobrando factura. A casi medio año del 2025, Villarreal Anaya no sólo enfrenta una crisis política, también cuenta con una crisis de credibilidad, de liderazgo y, sobre todo, de conexión con la ciudadanía.
Si solo contemplamos lo que va del 2025, desde el inicio del año, las expectativas eran altas. Se hablaba de una operación política con impacto nacional y estatal. Pero el tiempo ha pasado y los compromisos siguen sin concretarse. Lo que comenzó como un gobierno con la intención de marcar diferencia, hoy parece extraviado en un laberinto de decisiones no tomadas, conflictos mal gestionados y prioridades personales que se anteponen a las colectivas.
Un ejemplo claro fue el intento fallido de descarrilar políticamente al alcalde de Ciudad Victoria, Eduardo Gattás Báez. Entre campañas negras, fuego amigo y presión institucional, todo apuntaba a que Gattás no pasaría de abril en el cargo. Pero, contra todos los pronósticos, el alcalde resistió. Supo reagruparse, entender el momento y, paradójicamente, salió fortalecido. Lo que intentó ser una estrategia para debilitarlo, terminó exhibiendo la fragilidad del propio gobernador y de quienes operan desde su círculo más cercano.
Algo similar ocurre con su secretario general de Gobierno, el polémico “Calabazo”, a quien muchos daban por fuera desde febrero. Pero ahí sigue. ¿Por qué? Porque el gobernador no ha podido o no ha querido encontrar un relevo. Y no es que no haya perfiles capaces, es que el desgaste interno, las pugnas regionales y la falta de control político lo tienen atado de manos y sin poder terminar con el grupo del sur que aún manda y tiene influencia en el estado y en el gobierno de Américo Villarreal.
Y si de temas delicados hablamos, no podemos ignorar el silencio del gobernador frente a los listados que constantemente aparecen en medios mexicanos y estadounidenses, donde su nombre junto con el de otros políticos como Rubén Rocha Moya siempre están presentes en los múltiples y citados documentos. ¿Por qué siempre aparece él? ¿Por qué no da una sola declaración para aclarar su posición? ¿Qué se está ocultando? Esa ausencia de narrativa daña no sólo su imagen, sino la de todo un estado que no merece cargar con la sombra de la duda cada vez que se habla de Tamaulipas en el exterior.
Como si no fuera suficiente, en días recientes termino de estallar un escándalo de posible negligencia médica en un hospital privado de Ciudad Victoria. El caso involucra al hijo del secretario de Salud, Vicente Joel Hernández Navarro, en una operación que dejó secuelas graves a una menor. Los familiares exigen justicia y la intervención del gobernador. Pero, una vez más, Villarreal guarda silencio. Es especialmente grave porque este tema toca directamente su área de formación: la medicina. ¿Dónde quedó el humanismo del que tanto habla? ¿Por qué cuando se trata de proteger a los suyos, la empatía y la sensibilidad política desaparecen?
No olvidemos que el hospital “La Salle” tiene una larga relación con la familia Villarreal Santiago. Ahí estudiaron sus hijos, ahí dio clases su esposa. ¿Realmente puede decir que no tiene responsabilidad, aunque sea moral, en lo que está pasando?
Todo esto es apenas la punta del iceberg. Hoy Tamaulipas tiene un gobierno desorientado, sin rumbo claro, más preocupado por apagar fuegos personales que por gobernar. Y cuando el liderazgo del primer tamaulipeco está ausente, la desconfianza social crece, las instituciones se debilitan y la justicia se convierte en una moneda de cambio.
Qué lástima por los tamaulipecos, que siguen esperando un gobierno que los escuche, los entienda y, sobre todo, los defienda. Pero lo que tienen, hoy en día, es un gobernador más ocupado en resolver sus propios problemas que en atender los del estado.
Así está el gobierno diferente Américo Villarreal Anaya, el que pretendía cambiar un estado, quien pretendía sanarlo de gobiernos anteriores y pretendía ser señalado para bien. Hoy no solo es señalados por políticos en el extranjero, es señalado por comunicadores, es señalado por la sociedad a la que no tiene manera de atender. Está enfermo el estado, pero lo malo es que no hay un doctor inteligente y de decisiones claras que pueda atenderlo y menos darlo de alta. Pobre Tamaulipas, por tener un doctor a medias y no de cabecera.
Si me lo cuentas con Santo y Seña lo publicamos.