Hay que bailar más, solo por estar vivos. Bailar es fuente de juventud. Al bailar la edad se vuelve irrelevante. Un cuerpo en movimiento activa articulaciones, músculos y huesos. Moverse de cualquier forma brinda gozo tanto como otra manera de hablar, de expresarnos. Bailar es colmarse de energía, elevarse, abrirse, conectar cuerpo y alma con algo indescifrable.
Bailar libera vibraciones negativas, pensamientos tóxicos y emociones que encarcelan. Bailar devuelve mágicamente el bienestar. Nos hechiza un gran poder al soltar el cuerpo al ritmo de la música, la cadencia y los sonidos. Moverse es terapéutico. En cambio, un cuerpo inmóvil envejece más rápido, porque lo que no se usa, se atrofia y lo que se atrofia, se cae.
Un antídoto para la soledad es bailar, una manera de desintoxicarnos de penas y amarguras, de celebrar la belleza de la vida; una expresión de alegría, de encuentro y celebración. Dice Virginia Wolf que bailar es mover el instinto de barbarie arrullado en nuestras vidas que nos rinde a esa pasión extraña de dar vueltas locas en el salón. ¡Disfrutemos el presente!