José Guadalupe Rocha Esparza / 02 de enero de 2021.
Basta con visitar la Unidad de Cuidados Intensivos de un covitario para ver a pacientes sedados, intubados, conectados a monitores en un terreno de nadie entre la vida y la muerte. De pronto un día, esa mujer que ha estado en coma mueve una mano, siente un paño mojado sobre sus labios, abre los ojos y reconoce el rostro sonriente de su nieto. Ella ha resucitado.
En el espacio de la UCI cualquier acto anodino, toser, rascarse un dídimo, beber un poco de agua, dar de nuevo unos pasos, obrar o miccionar por sí mismo, cruzar una mirada es una conquista que contiene un erotismo formidable. La salud es el silencio del cuerpo. No te duele nada. Ese silencio significa que todos tus órganos funcionan con normalidad. Haz resucitado.
Si uno considera que el cuerpo es el propio sepulcro durante el sueño, una mañana de enero como hoy, es un día de gloria, despiertas del sueño y estiras la pierna hacia la parte fresca o caliente de las sábanas. Ese placer es la forma más milagrosa de resurrección. Buenos días, enhorabuena, te dirá María Magdalena. Tener salud es motivo de celebración.