Revisar la evolución de la conciencia en su dimensión colectiva se ocupa Ignacio Ovalle en el octavo capítulo de su libro, llamándolo “nosotros y los otros”, describiendo magistralmente los diversos niveles de auto-conciencia grupal desde clanes frente a clanes, tribus frente a tribus, pueblos frente a pueblos, mitos frente a mitos y choques entre estados y civilizaciones.
Enlista a quienes llama “amplificadores de conciencia”, personajes rebeldes como Moisés, Buda, Zaratustra, Confucio, Jesús, Mahoma y Nanak, que colocaron el amor humano en posición central, pero sin consumar el sueño de la universalidad del abrazo y la expresión creadora de más conciencia. Históricamente, primero el uso de las armas, luego el ejercicio de la razón.
Concluye sobre la importancia de la “cosmotropía” o de inclusión universal, donde “nosotros somos todos”, dado que todos somos pasajeros de una misma nave espacial llamada Tierra con perspectiva racional e incluyente, ajena al exterminio de lo diferente, un modelo de madurez y sabiduría para todos, pueblos y personas, travesía de intuitiva trascendencia ética y moral.