José Guadalupe Rocha Esparza
Sueño con la fecha de que algún día despierten con la decisión de ser eficientes y cumplidos algunos servidores públicos del Gobierno de México. Sueño en que, por algún prodigio genético o celestial, esos burócratas huérfanos de eficacia y transparencia, se olviden del barroco invento o excusa que don Germán Dehesa llamaba en 2002 como la vueltecita.
“Mire, señor equis, todavía no sale lo que me encargó; pero, ¿por qué no se da una vueltecita el próximo martes, o, para más seguro, el viernes? O ni usted ni yo: dese la vueltecita el lunes. No tenemos sistema, no se labora el jueves, tenemos un baby shower (sic)”. Sueño que la décima vueltecita del lunes 17 de abril sea la última por tan extraña práctica muy mexicana.
Confío en que esa ventanilla se abra puntualmente para atenuar el calvario burocrático de dar vueltecitas sin calendarios ni relojes precisos; confío en que el personal responsable de brindar atención ciudadana salga de su contemplativa catatonia, se ponga en movimiento y ofrezca certeza desde ese puesto. Su única tarea es servir a la sociedad con decencia y decoro.