Vivo el milagro que tener viva a mi madre, Alicia Esparza. Inicia el mes de noviembre con 88 años de existencia, adorable mujer, de hondura y sensibilidad, a quien canto con deleite las mañanitas por su amor, guía y ejemplo desde hace 64 años, orgullo y ufanía de su primogénito hijo, hoy acompañado por la visita de una esquiva dama llamada “Felicidad”.
Agradezco a la vida que Licha Rocha sea hasta este instante mi gloria, mi dicha diaria, mi bálsamo, mi confidente más referente cronológico, la gran ventura de mi venturosa edad. Hermano y hermanas la cuidamos, la amamos, la escuchamos, la acompañamos, la conservamos, la oímos y seguimos aprendiendo de ella, para no perder el sueño de tenerle viva.
La hoja de vida, a quienes la conocen como Señora Rocha, es de una mujer admirable, elegante siempre, distinguida, propia, revestida de inigualable entereza, así como temeraria y explosiva en algunos trances de carácter personal o familiar propia de toda condición humana. Con plena providencia del Señor digo: “Hágase tu voluntad”. Más años a ella.