El entorno metafórico, estado de eufemismo u hermético aforismo de otros tiempos va desapareciendo; ahora se nos impone la tiranía de lo concreto, la cifra, el efecto literal. Un hombre educado era “una dama”. Si un caballero decía “a sus pies señora”, no se tiraba a la banqueta. “Ahorita” duraba más que “ahora”. “Amigos de lo ajeno” eran los rateros.
“Hora de mover bigote”, el almuerzo. Para evadir una infracción, se preguntaba al policía: “¿Hay otro modo de arreglarlo?”. El representante de la ley elevaba la conversación diciendo: “Utilice su criterio”. Los políticos superaban a Cantinflas: “El que se mueve no sale en la foto”. Y para justificar cínica impunidad: “Un político pobre es un pobre político”.
Ahora, pedir un desayuno toluqueño “para compartir”, “no se puede”, “porque viene en cazuela”. En un laboratorio no se envían los resultados por mail “porque están engrapados”. Alterar lo real es un delito. Pedir un café con leche, se cobra por separado, dado que no esté en el menú. Antes se compraba una “gruesa” de clavos, envueltos en un “cucurucho”