José Guadalupe Rocha Esparza
Marco Polo, mercader italiano, dictó al escribiente “Las maravillas del mundo” para que los europeos pudieran leer su viaje de 24 años por Asia Oriental y China, apasionado relato que, en voz del veneciano, no había contado ni la mitad de lo que vio por Tabriz, Pekín, Hangzhou, Birmania, Zaituna, Indochina, Malaca, Sumatra, Ceilán, India, Ormuz y mucho más.
Entonces de 17 años, Marco Polo, acicateado por su padre Nicolo y tío Maffeo, que habían llegado hasta Bujará, decide aventurarse en 1271 para ver las flores de azafrán y narcisos, oír el berrido de los camellos, oler las emanaciones de aromáticas especias y admirar los vestidos multicolores de árabes, chinos, kurdos, mongoles, persas, rusos, tártaros y turcos.
Sirvió durante 17 años al civilizador Kubla Kan, nieto de Gengis e incluso gobernó tres años la ciudad de Yangzhou, mientras su padre y su tío se enriquecían con el comercio. Como buen gondolero, dominaba 4 lenguas orientales. Ello le permitió conocer emocionado los admirables adelantos de la China de la edad media, tan asombrosos como los de hoy en día.