La noche del dos de julio, 2024, la Zona Metropolitana se paralizó. Una tormenta local severa golpeó a Guadalajara, Zapopan, Tlaquepaque y Tonalá. Ráfagas de viento por más de 100 kilómetros por hora, equivalente a huracán categoría uno, derribó árboles, postes de luz y telefonía; inundó pasos a desnivel, calles y avenidas. Oscuridad en el amargo anochecer.
Caos en la vialidad por semáforos caídos o descompuestos; baches encubiertos como charcos; basura acumulada en alcantarillas; banquetas enlodadas. La falta de energía eléctrica, así como los transformadores caídos, originaron la burundanga en casas, departamentos, comercios, establecimientos, hospitales o centros de trabajo por horas y más horas.
Aunado al ventarrón, que destrozó techos y ventanas, la torrencial lluvia generó una caída de agua de sesenta litros por metro cuadrado, misma que desbordó canales y vasos reguladores. Eolo y Tláloc, deidades de la mitología griega y cultura náhuatl, son ahora más temidas y respetadas, fenómenos meteorológicos tan fuertes como los truenos y granizos en GDL