Las personas más cercanas determinan nuestro éxito o fracaso. Una de las principalísimas cualidades de quienes nos acompañan en el viaje por la vida es la lealtad. La deslealtad arruina la relación interpersonal. Gente acostumbrada a la felonía, vileza, perfidia o doblez queda descalificada. El aprecio de los leales es incondicional, ajenos a los embelecos o zalamería.
Un leal amigo nos representa bien ante los demás, habla de nosotros en forma positiva, jamás nos despelleja ante otros y solo reprocha en privado. Es capaz de reír y llorar mientras viajamos juntos, dispuesto a compartir alegrías y tristezas. Habrá gente tan leal e importante que querrá seguir con nosotros durante el resto del trayecto, es decir, hasta la muerte misma.
Los leales jamás ponen excusas; ven las oportunidades y las aprovechan; influyen en los demás; mejoran todo lo que hacen; aportan inspiradoras ideas; poseen actitudes inusualmente positivas y cumplen compromisos. El viaje de la vida será más ameno y divertido con la gente leal. Los desleales zozobran como frágiles barquichuelos; sombras resbaladizas; decadentes.
