En todas las democracias, la Constitución no solo es un freno ante los malos políticos, sino una buena vara de medir las auténticas lealtades. Los contrapesos son métodos apropiados para los tiempos que corren. Lo mejor que existe. Será muy difícil que la democracia mexicana salga adelante con líderes corruptos, abyectos, serviles o incompetentes.
El poder se ha desprestigiado y se ha diluido en mero exhibicionismo, desconfianza hacia las instituciones de Gobierno por los malos líderes sin escrúpulos, de bajeza moral proclive en volver al país cínico respecto a su destino y obligaciones. El poder se vuelve carcasa cuando se tiene sólo por éxito personal, ajeno al mejoramiento de todos los ciudadanos.
La dimensión moral, la decencia personal, la propia exigencia ética, la simpatía con los rivales políticos más un talento excepcional es crucial para conseguir el afecto de sus gobernados y marcar el carácter de la nación en tiempos turbulentos. México necesita líderes leales a la Constitución, líderes para conseguir una gestión mayoritaria e imparcial.