José Guadalupe Rocha Esparza
En 1960, cuando éramos en Parral 45 mil habitantes, comenzaban a llegar los voceadores al atardecer. Esperaban a que la rotativa terminara de imprimir los periódicos de “El Correo de Parral” en la calle 20 de noviembre número 9. Las historias plasmadas en el diario iniciaban desde temprano con las notas bien atrapadas en máquinas de escribir, fotografías y cables.
Luego a hornear las noticias en el linotipo, donde el operador componía letra por letra y línea por línea frente al teclado y así transformar lo escrito en plomo, armarlo sobre placas, poner las cabezas, los pies y los pases. Seguía expurgar erratas, gazapos o errores de ortografía y redacción: “Faldas pasadas (plisadas) de moda”. “Me tiraste una manzana (mangana)”
Finalmente, la rotativa, mole de acero, entintado perfecto, paso del rollo de papel y esperado estruendo, ponía fin a la labor. Esa era la señal como clarinada para que los papeleros, sin importar el frío, acudían a pie desde los barrios de El Conejo, Alfareña, Chole, Topo, Fátima, Nicolás y Talleres a tomar los periódicos y gritar de noche jubilosos: ¡Correoooooo de Parral!
