Mahoma, profeta y hombre de Estado, fundador del islam, de innegable seriedad religiosa más sinceridad de su fe, puso los cimientos del derecho internacional, ideando una doctrina que permitiese la coexistencia pacífica de los países, incluso politeístas, en su tratado de Hudaybiyya. Elevó la condición social de la mujer, poniéndola a la misma altura que el hombre.
Dice en sus versículos de índole político-social que solo un amigo fervoroso tiene el don por ser paciente y perfecto. Llama “peores bestias” aquellos que son ingratos. Son inconvenientes las imposiciones en religión, decía. Convencido estaba de quien se arrepiente después de haber cometido una injusticia y se corrige, consigue que Dios vuelva a Él, por ser indulgente.
“Cortad las manos del ladrón y de la ladrona”, advierte. Declaraba lícita la venta y prohibida la usura. Piadoso es quien da a los niños huérfanos, dijo. Para el nacido en La Meca, Arabia, gran pecado es la abundancia del vino, el juego por dinero y la trama de un crimen. Clama a Dios “borrar nuestras faltas”. Alaba como bendito aquél en cuya mano está el “señorío” del bien.
