¿Quién de Morena tiene la congruencia de Pepe Mujica?

Por: Mesa de Redacción NDL Noticias

Desde hace más de seis años se repite el discurso de la “austeridad republicana”. Los políticos de Morena han intentado proyectar una imagen de sencillez: evitar ropa de marca, no frecuentar restaurantes caros, rechazar aviones privados, viajar en clase turista y mostrarse cercanos al pueblo. Todo esto, dicen, para demostrar que “son diferentes”, que representan al verdadero pueblo de México.

Pero la realidad es muy distinta. En México, no hay político que no aspire a crecer económicamente desde su cargo. La política se ha convertido en una vía para el enriquecimiento personal y el uso del poder público para fines privados.

¿Quién puede creer que con doscientos pesos en la cartera se puede fundar un partido, hacer política durante décadas y llegar a controlar casi todo el aparato del Estado? Es absurdo. La supuesta austeridad republicana es, en el mejor de los casos, una fachada.

Y ahí es donde entra la comparación inevitable: ¿qué político de Morena puede presumir una congruencia de vida como la de José “Pepe” Mujica, el expresidente uruguayo recientemente fallecido?

Mujica fue un político de izquierda genuino. Gobernó sin hacer fortuna. Donó su salario, vivió siempre en su modesta casa, manejaba su clásico Volkswagen escarabajo celeste y nunca se apartó de su filosofía de vida sencilla. Fue criticado y hasta caricaturizado como “el presidente más pobre del mundo”, pero nunca se le señaló por corrupción. Se retiró como llegó: sin riqueza, sin favores cobrados ni acumulación de poder para sus allegados. Su humildad no fue un acto; fue una forma de vida.

En cambio, en México, se simula. El expresidente Andrés Manuel López Obrador arrancó su mandato a bordo de un Jetta blanco, pero terminó transportándose en camionetas Suburban blindadas. Prometió que el pueblo lo cuidaría, pero al final terminó cuidándose del pueblo. Dijo que viajaría siempre en vuelos comerciales, pero luego usó aviones de la Secretaría de la Defensa. Aseguró que su familia viviría de una empresa de chocolates, pero hoy son sus hijos quienes controlan el partido que él fundó y vivieron y viven de los negocios producto del gobierno de su padre.

López Obrador anunció que viviría en su rancho “La Chingada”, pero acondicionó la zona para hacerlo con comodidades invisibles al ojo público. Además, sigue residiendo buena parte del tiempo en la Ciudad de México. Se jactaba de no tener cuentas bancarias, de vivir con doscientos pesos. Pero eso, seamos honestos, es una narrativa insostenible. En su mundo, el efectivo era rey, y el dinero circulaba sin transparencia ni rendición de cuentas a base de aportaciones obligatorias para moverse por todo el país. La figura pública que construyó durante años hoy está oculta, en silencio, refugiada del escrutinio, atacó tanto y polarizo demasiado que afirmó que se jubilaría de la política, pero la realidad es que se esconde de todo lo que prometió y no logro hacer, dejándoselo a la presidenta Claudia Sheinbaum.

Mientras tanto, Mujica en vida continuó recibiendo entrevistas, compartiendo reflexiones y enfrentando al mundo con apertura y humildad. Supo entender que el poder era un medio, no un fin, y jamás traicionó sus principios para enriquecerse. No se enfrentó a los empresarios ni al desarrollo, pero tampoco se vendió. Fue un hombre de Estado en el más estricto sentido del término, y un verdadero referente de lo que significa gobernar con integridad.

Mujica demostró que se puede ser de izquierda sin contradicciones. No se trataba solo de discursos o slogans, sino de coherencia entre el decir y el hacer. Fue igual de accesible con Barack Obama que con cualquier uruguayo de a pie. Su imagen desaliñada no era pose: era una declaración de principios.

Ningún morenista ha logrado siquiera acercarse a ese nivel de coherencia. Ni Fernández Noroña, ni Luisa María Alcalde, ni López Beltrán, ni Monreal, ni Adán Augusto, ni ninguno de los fundadores del partido puede presumir una vida congruente entre el discurso de izquierda y el estilo de vida que llevan. Mucho menos el expresidente López Obrador el disque ejemplo de todos.

Pepe Mujica no fue mexicano, no fue morenista. Pero fue, tal vez, el último ejemplo vivo de lo que realmente significa ser un político del pueblo.

Para muestra la siguiente frase:

“Yo sé que soy un viejo medio loco, porque filosóficamente soy un estoico por mi manera de vivir y los valores que defiendo. Y eso no encaja en el mundo de hoy.”

—José “Pepe” Mujica

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