José Guadalupe Rocha Esparza
Dios creó el tiempo, pero dejó que nosotros fabricáramos las horas. Durante una hora el panadero de Parral hizo las rayadas, esponjosas con miel de piloncillo y perfumadas de anís en su horno de leña. En una hora de clase, la maestra trazó en el pizarrón la ruta hacia la isla del tesoro a sus alumnos. El artista aprovechó una hora para culminar esa obra de arte.
Un cirujano sólo necesitó una hora para extirpar un cáncer al paciente y salvarle la vida. En una hora pintó Leonardo de Vinci la inquietante y ambigua sonrisa de la Gioconda y Velázquez inició el impresionismo desde el pañuelo de la infanta Margarita. El fontanero o plomero llegó a casa y en una hora arregló el grifo, el depósito del inodoro, el calentador y la cisterna.
El poeta escribió no afligirse por aquellas horas felices de esplendor en la hierba porque su belleza permanece siempre en el recuerdo. Hamlet en solo una hora pudo decidir entre ser o no ser. La eternidad está incluida en una sola hora, que puede inmortalizarnos. El tiempo son solo las cosas que nos pasan, por eso pasa tan deprisa cuando a uno no le pasa nada.