Vedran Smailovic

El 27 de mayo de 1992, el Chelista de Sarajevo, veía a la gente recibir hambrienta una provisión de pan como víctimas de la guerra, cuando una descarga de mortero hizo explosión en medio de la fila, desparramando por toda el área carne, sangre, huesos y escombros, masacre que privó de la vida a veintidós personas ese día miércoles, siendo las cuatro de la tarde.

Aquello sobrepasó su capacidad de absorción, resolviendo hacer lo que mejor sabía: música, música pública, música atrevida, música en medio del campo de batalla. Durante los siguientes veintidós días, a las cuatro de la tarde, mismo sitio, tocaba en memoria de los muertos, el Adagio en Sí menor de Tomaso Albinoni, pieza triste y cautivante del repertorio clásico.

Tocaba a las calles desiertas, a los camiones estrellados, a los edificios humeantes y a la gente aterrorizada, mientras las bombas caían y las balas volaban. Su inimaginable valor resistió en nombre de la dignidad humana, de la civilización, de la compasión y de la paz. Vedran hizo trepidar su cello ante el terror, el dolor, la muerte, las ruinas, celebrando al amor y a la vida.